La naturalización urbana es una herramienta de gestión ecológica-adaptativa orientada a facilitar la sucesión de los procesos naturales y a potenciar la generación de los servicios ecosistémicos ofrecidos por la infraestructura verde.
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Naturalizar las ciudades implica un cambio de paradigmas que se basa tanto en el desarrollo de nuevas tipologías de espacios verdes como en el replanteo de las prácticas de laboreo (hacia sistemas más sostenibles y menos tóxicos). Estos cambios promueven las fortalezas para una urbanidad resiliente a través de una categórica transformación que implica el desarrollo de un paisaje multifuncional.
Este “nuevo” paisaje urbano aboga por el acrecentamiento del bosque urbano, el cultivo de praderas y muros vegetados, la instalación de sistemas de drenaje sostenible y de islas de biodiversidad o estanques naturalizados; como recursos eficientes para reponer redes de conectividad y fortalecer hábitats diversos; de probados efectos positivos para la calidad de vida en las ciudades.
Estos nuevos escenarios biológicos replantean la estética del paisaje tradicional de setos recortados o céspedes cortitos por herbazales o matorrales que cumplen todos sus ciclos naturales (nacen, crecen, florecen, semillan y se secan), por lo tanto su precepción requiere cierta reeducación de la mirada urbanista.
Por tal motivo, es importante aclarar que naturalizar no se trata de convertir a la ciudad en un espacio salvaje ni de “enverdecerla” con proyectos de “aspecto asilvestrado”, por el contrario naturalizar es un proceso que fundado en las Soluciones basadas en la Naturaleza propone el desarrollo de recursos muy diversos, tanto para favorecer la biodiversidad o la regulación de los efectos climáticos extremos, como para el fortalecimiento de la salud física y mental de los ciudadanos.
Diversificar el perfil vegetal es una de las claves para la conservación e incremento de la biodiversidad y esto incluye a las plantaciones planificadas y a las hierbas silvestres. Comunidades vegetales adaptadas contribuyen a conservar la identidad local, reducen la necesidad de recursos en su mantenimiento, protegen el suelo y generan múltiples interacciones con la fauna local.
Otras estrategias de naturalización refieren al replanteo de las construcciones en los espacios públicos, donde es necesario proyectar más superficies absorbentes, con materiales menos reflectantes; reemplazando los estériles cementos o plásticos, por materiales locales o reciclados.
En todas las escalas urbanas el proceso de naturalización cuenta con espacios disponibles, tanto en los parques como los alcorques de las calles verdes, los jardines, los balcones o las terrazas; tenemos la oportunidad de crear micro hábitats eficientes para generar reservorios para una numerosa fauna y flora con quienes podemos coexistir de manera armónica y equilibrada.
Naturalizar las ciudades puedo parecer una utopía, pero hoy es una necesidad.